en tus huellas dactilares el silencio habita

en este espacio quiero compartir con todos mis creaciones literarias, que me vienen acompañado varios años

domingo, 24 de enero de 2010

Como un dolor de muelas

Quiero compartir la letra de una de las últimas canciones de Joaquín Sabina y dedicar este post a Tatiana Chavez, a quien debo la experiencia mística más radical de mi vida.

Como un dolor de muelas

Como si llegaran a buen puerto mis ansias,
como si hubiera donde hacerse fuerte,
como si hubiera por fin destino para mis pasos,
como si encontrara mi verdad primera,

como traerse al hoy cada mañana,
como un suspiro profundo y quedo,
como un dolor de muelas aliviado,

como lo imposible por fin hecho,
como si alguien de veras me quisiera,
como si al fin un buen poema me saliera...
una oración.

Como si la arena cantara en el desierto
los cantos de sirena del mar Muerto,
como si para crecer sobraran las escaleras,
como si escribiera un ciego un libro abierto.

Ven a poblar el zócalo de ojos,
siembra de migas de pan caliente
mis canas de alcanfor adolescente.

Ponle al sordo voz y alas al cojo,
bendice nuestro arroz, nuestro minuto,
como si no fuéramos cómplices del luto...
del corazón.
Tanto por la letra como por la música, considero que se trata de la canción en la que Sabina ha llegado a una madurez artística importante. Se la puede considerar de muchas maneras, pero la interpretación que tengo ahora de ella es de carácter místico.
En primer lugar, se trata de una plegaria. Las plegarias u oraciones pueden ser de muchas clases: peticiones, dación de gracias. Esta es una plegaria mística, si se me permite el término. De hecho, la experiencia mística hace abstracción de todo lenguaje. Pero otra característica de la experiencia mística reposa en la ruptura, el fracaso, la insatisfacción, es decir, la frustración. La frustración es aquello que nos roba la paz interior y nos sumerge en una experiencia de inquietud originaria e insoportable. Los animales comparten con nosotros el dolor, pero en nosotros él nos arranca la paz y nos sumerge en la inquietud. La búsqueda de la paz interior que nos arranque de esa inquietud es la experiencia mística. Pero dicha experiencia es la conciencia de que esa paz no se alcanza.
Por eso el misticismo no es la superación de esta terrible inquietud, como en la visión más simple del budismo. En la experiencia mística no se alcanza la paz interior, sino lo que se hace es ofrecer a lo infinito tanto el dolor y la inquietud para reasumirlas nuevamente. El dolor y la frustración no desaparece de nuestras vidas de místico, sino que en ella la superamos -diría Hegel- asumiendo su limitación. Un dolor de muelas ciertamente aliviado, pero del que sabemos que jamás podemos escapar (y tampoco aliviar realmente).
Es por ello que nuestras ansias no llegan a buen puerto, ni tampoco hay un lugar donde podamos hacernos fuertes. Tampoco hay un buen destino para nuestros pasos y no podemos encontrar nuestra verdad fundamental. No podemos jamás encontrar a alguien que nos quiera deseamos desde lo profundo de nosotrs ser amados, ni tampoco podemos hacer un buen poema. Es por eso que la arena del desierto canta el coro de sirenas del mar Muerto.
Así que sólo nos queda la plegaria de petición "ven a poblar el zócalo de ojos", "siembra de migas de pan caliente", "pon al sordo voz y alas al cojo". Pero aquí también se repite la misma dialéctica: esas peticiones surgen de la conciencia de que jamás se va a realizar lo que en ellas se pide.
Frida Kahlo escribió en su diario íntimo "para que quiero pies si tengo alas para volar". Pero la realidad es que no podemos volar (sino sólo con nuestra pobre fantasía, imperfecta y limitada) y tenemos los pies quebrados, somos cojos.

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1 comentarios:

Blogger Bezo de Moza ha dicho...

Cuando leo a Sabina lo asocio con "Y sin embargo te quiero" pero no cabe duda que todos tenemos algo de el dentro.

18 de agosto de 2010, 19:17  

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