en tus huellas dactilares el silencio habita

en este espacio quiero compartir con todos mis creaciones literarias, que me vienen acompañado varios años

domingo, 9 de junio de 2013

ALEMANIA AÑO CERO


            Roberto Rossellini dirigió en 1947 “Germania anno zero”, en la que enfoca la desesperación del pueblo alemán que ha perdido la guerra y que vive en ciudades destruidas por los bombardeos. En “Roma, cittá aperta”  desarrolla la idea de la esperanza de la liberación de Italia frente a la ocupación Nazi, en “Alemania año cero” en foco se dirige a la desesperación de los habitantes de una Berlín desmoralizada, desesperada, destruida, donde los servicios públicos se encuentran racionados y la ciudad se encuentra invadida por ingleses, estadounidenses y franceses. La desesperación recorre como un  espectro una ciudad destruida y jaqueada por el mercado negro y la delincuencia.
            La película inicia con unas palabras del mismo Rossellini que señalan que no se trata de justificar ni de juzgar al pueblo alemán, aquél que se embarcó años antes en la empresa propuesta por Hitler, sino más bien se trata de hacer una presentación de los hechos. Pero además, dice que si la película consigue movilizar al espectador a hacer algo para que las cosas mejoren, el director se puede dar por satisfecho. De esta manera la película se presenta como una aguda observación de la crudeza de la situación que se vive en Berlín, pero es una observación que describe con belleza y agudeza la situación.  El tratamiento de la desesperación es directo, pero desde un punto de vista moralmente comprometido, cosa que enmarca el relato dentro de un profundo respeto.
            La historia se centra en los esfuerzos de Edmund Këler, un joven de apenas doce años de edad que se ve forzado a mantener prácticamente solo a su familia, compuesta además de un  hermano excombatiente nazi –quien se resiste a reportarse ante las nuevas autoridades por temor a que sea juzgado militarmente por su pasado- , un padre anciano y enfermo que se siente un estorbo para la familia que busca en valor para suicidarse y una hermana que se dedica a una actividad que linda con la prostitución. Los esfuerzos de Edmund por conseguir ingresos y alimentos para aportar en el mantenimiento de la familia, especialmente del cuidado de su padre, a quien ama profundamente, fracasan una y otra vez: no logra acceder a un trabajo remunerado y sus intentos por vender cosas en el mercado negro fracasan, porque se ve rápidamente burlado por pillos que le arrebatan los objetos que intenta vender. Estas experiencias lo conducen a asociarse con juvenes delincuentes.
            En un determinado momento se reencuentra con un antiguo profesor, el sr. Enning, quien sigue manteniendo las ideas del partido nacional socialista, especialmente la creencia biologicista de la superioridad de unas razas sobre las otras, junto con la idea de que los débiles deben desaparecer y abrir paso a los fuertes, y la idea de que la democracia es un sistema político infinitamente inferior del régimen autoritario que Hitler había impuesto en Alemania. Este conjunto de ideas lleva a un conjunto de reflexiones sobre la conveniencia de eliminar a los más débiles para que los más fuertes puedan sobrevivir en el contexto de la inmediata postguerra, y en la pregunta en cómo ha sido posible que los partidarios de Hitler hayan pasado de ser Nacional Socialista – algo de lo que sentían orgullosos – a pasa a ser Nazis –algo que los conducía a la vejación,  a la vergüenza y al ocultamiento.  

            El encuentro de Edmund con su antiguo maestro dirige la película a la reflexión política, al mismo tiempo que hace que el joven adolescente comprenda que debe de tomar decisiones radicales para salir de la situación de desesperación en la que se encuentra. El fina es dramático y el ojo de Rossellini adquiere una dimensión empática con los personajes y sus sufrimientos profundos que conduce al director italiano a un compromiso moral sólido, que se expresa con todos los pueblos desesperados a causa de situaciones análogas. La grandeza de Rossellini brilla con toda su intensidad, porque no es un espectador  frio e imparcial, que juzga negativamente lo que ve, sino que se siente profundamente comprometido con la realidad de sufrimiento que observa en su época. Tal vez ese es su aporte  al neorrealismo italiano, aporte que va a impregnar esa escuela cinematográfica. El neorrealismo no se limita a observar la realidad de desesperación, ni tampoco se queda en la actitud de juzgar moralmente la conducta de los agentes, sino que se encuentra altamente comprometido con los sufrimientos de las personas, independientemente de sus puntos de vista o ideologías. La mirada de Rossellini no es fría, inquisitiva ni cínica, sino profundamente humana, que tiene como objetivo mostrar al mundo una realidad que no debe ser olvidada ni pasada por alto. Sus películas son un acerbo documental para que la memoria clame por  no se acallada por las modas sociales ni por los intereses políticos.

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