en tus huellas dactilares el silencio habita

en este espacio quiero compartir con todos mis creaciones literarias, que me vienen acompañado varios años

lunes, 16 de septiembre de 2013

TORO SALVAJE

            Una de las mejores películas de Martin Scorsese es Toro Salvaje (1980). En ella se relata la historia Jake La Motta, un boxeador de peso medio de los años 40 y 50 que vive la frustración de no poder pelear la corona de los pesos mayores. El tamaño pequeño de sus manos son un indicio de que no logrará jamás realizar su sueño de ser el más grande. La película de Scorsese es una pieza maestra del trabajo de la frustración. Ésta, conjugada con un temperamento explosivo y con la obsesión de querer lograrlo todo por sí mismo, sin la ayuda de nadie, terminan al personaje a la destrucción, como a Ricardo III de Shakespeare, con cuya mención inicia la película “Mi reino por un caballo”. Podríamos decir que La Motta sabe muy bien que no perderá su reino porque nunca conseguirá a causa de la contextura que la naturaleza le ha proporcionado.
            La propuesta de Scorsese es que la sólo es posible aceptar la frustración por medio de la serenidad. No es casual que la película inicie y termine con el intermezzo de la Cavalleria Rusticana de Mascagni, un himno a la serenidad antes de la muerte de Turidu (Salvatore).  La frustración es una experiencia humana universal. Kant sugiere que el pensamiento en el ser humano es hijo de la frustración. El hecho de no poder realizar lo que el deseo anhela hace surgir el pensamiento y hasta podría hacer surgir la reflexión de amplio espectro. Las limitaciones con las que nos encontramos por nuestra contextura física y psíquica, la misma limitación que supone nuestra mortalidad, los fracasos y caídas generan en nosotros frustraciones. Pero la frustración misma hace despegar en nosotros el uso de la razón que puede llegar a desarrollar cultura, desapego y amor. La inteligencia y la cultura humana es un modo de enfrentar la frustración. Pero el otro camino es la rabia. Tal vez suceda que mientras que la inteligencia, la cultura y el amor son maneras de superar la frustración (superar, en el sentido hegeliano del término, es decir, no eliminándola, sino enmarcándola en un contexto más amplio), superación que no busca eliminarla, la rabia es el esfuerzo por combatir la frustración, sin aceptarla.

            La Motta conduce su frustración hacia la rabia sadomasoquista, los celos sexuales y un brutal apetito con lo que termina destruyendo sus dos matrimonios. Su hermano y mánager Joey trata de ayudarlo a lidiar con su temperamento, pero no tiene un éxito completo en su empeño. La frustración conduce a Jake a la destrucción, incluso, de su propia carrera, perdiendo las peleas adrede. Pero en eso trata de mantener su pundonor motivado por la rabia misma: pierde, pero jamás lo derriban. Se atrinchera entre las cuerdas con ferocidad y estoicismo, y al final de la pelea le grita a su vencedor: “no me has derribado”. Y ciertamente es así, porque él mismo ya lo ha hecho. ¿O, acaso es posible derribar a alguien que ya está en la lona?

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