en tus huellas dactilares el silencio habita

en este espacio quiero compartir con todos mis creaciones literarias, que me vienen acompañado varios años

viernes, 12 de junio de 2009

Una pregunta integrante respecto de este blog

Hace unos días una comentarista de este blog decía con inquietud el por qué las personas que me comentan en este espacio son mujeres. A mí también me llamó la atención esa constatación. Una amiga tuvo una respuesta clara al respecto: es que aquí hablo de mis sentimientos y afectos. No sé si es tan clara la relación entre mujeres y sentimientos. De hecho, esta amiga comenta que si fuese una mujer mis comentaristas serían varones.
Sea lo que fuere, me llama la atención algo más: mi relación con las mujeres es compleja y muchas veces frustrante, especialmente cuando lo que está en juego son ciertos sentimientos como el amor. Creo que hay personas que pueden vivir solas, sin un amor, sin una compañera, pero yo sufro esa ausencia. En este espacio las mujeres están dispuestas a recibir mis sentimientos: la esperanza, la soledad, la incertidumbre, la tristeza, la alegría. Lo que no está ofrecido aquí es el amor, de modo que tampoco es un sentimiento rechazado. Aunque pueda hablar de ese sentimiento, no significa que lo ofrezca a alguna de las personas que visitan este blog. Esto no quere decir -claro está- que no pueda ofrecer compañía, compresión, afecto. Pero el amor es una cosa distinta.
Una cosa más, es a raíz de una experiencia de amor sumamente dolorosa que decidí abrir este blog. El título del mismo es un verso de un poema que escribí a este amor. A veces me pregunto ¿porqué abrir un espacio abierto en el que compartir mis asuntos privados?. Tal vez el motivo sea el no sentirme solo, estar acompañado. Pero muchas de las personas que visitan y comentan este espacio no las conozco ¿cómo podrían acompañarme? Y, sin embargo, de alguna manera lo hacen. Además, el tener una pantalla entre tú y yo permite vencer mi timidez y hablar de cosas que así nomás no salen en una conversación cara a cara.

lunes, 8 de junio de 2009

A tumbos,
escuchando aquellos sonidos tristes,
como cuesta abajo,
como idas y venidas los tranvías en la nada
no encuentran el asiduo descanso del tormento.

Así andaba yo,
así, masticando un aire de anhelos,
hasta que el cuerpo se interpuso: eras tú.

Mirada, ojos. Fue lo primero que me habló de ti,

ese temblor por mis venas,
ese galopar galopar por mi cuerpo.
Mirar que terminó por encender cada hueso muerto,
mi rubor desvergonzado de andanzas paralelas.

Pero tus ojos no podían quedarse, no;
no podían detenerse por mucho tiempo.
volaron.

Te fuiste;
entre tumbas te anduve buscando.

Tú no me mirabas, volteabas el rostro;
tu mirada ausente congelaba mis huesos.

Todo era eso,
completud infame de la indiferencia.