en tus huellas dactilares el silencio habita

en este espacio quiero compartir con todos mis creaciones literarias, que me vienen acompañado varios años

martes, 1 de noviembre de 2011

SEVEN POUNDS

             Seven pounds de Will Smith coloca sobre el tapete la cuestión del sentido de la vida. Esta pregunta inicia planteándose con un elemento que en apariencia es contradictorio: el personaje central- Tim-  encuentra que, a raíz de un  suceso que lo marca profundamente, el sentido de su vida comienza a ser el ayudar a otras personas. La aparente contradicción reside en que para hacer llevar a cabo plenamente el sentido de su vida debe acabar con la misma, pero la contradicción se disuelve cuando caemos en la cuenta que la finalidad de su vida es el ayudar y no el suicidio. El suicidio es una consecuencia, no la causa.

Tim se da cuenta de que la vida merece ser vivida y gozada a plenitud, y su capacidad de colocarse en el lugar del otro le permite percibir lo colorida que la vida puede. El diálogo con un ciego y su empatía con él le abre esa perspectiva: la vida sin luz ni colores puede ser muy triste y sin sentido. Ciertamente, los colores son una metáfora. Una vida sin colores es una vida rutinaria, sin esperanzas ni expectativas, sin los anhelos de la joven cuyos problemas cardiacos  le hacen anhelar cosas tan sencillas como poder correr, coger una mochila y viajar. Así, las limitaciones y las esperanzas de los demás abren la puerta a lo importante que tienen esos detalles para darle sentido a la vida.

Con esto, la película nos propone un giro radical a lo que significa darle sentido a nuestras vidas. Muchos consideran que sus vidas adquieren sentido cuando han encontrado una religión o una forma de vivir que los moviliza hacia una dirección clara. De esta manera, estas personar deciden dejar de lado todos aquellos detalles porque se presentan como un estorbo para alcanzar la meta que el sentido de la vida encontrado en la religión o en la militancia de otro tipo le propone. Aparece, entonces, el contrasentido de que la vida misma se convierte en un estorbo para otorgar el sentido a la vida. La libertad para ser es el mayor peligro para alcanzar la meta del “sentido último”. Se trata de un contrasentido aberrante.

Pero Tim no quiere dar más vida sino sólo a aquellas que lo merezcan: aquellas que sean buenas personas. ¿Qué caracteriza a una buena persona? Parece que no hay una regla general. Es buena aquél entrenador que hace el bien incluso cuando sabe que nadie lo está viendo, y sin embargo no se considera una buena persona; o aquella joven que declara que no merece un corazón sano porque se reconoce insignificante.  Pero dentro de esta variedad de casos no encontramos a aquél que se vanagloria de ser una buena persona.

El sentido de la vida se convierte, así, en “tener más vida”, una “vida colorida”. Y tal vez sólo la alcancen las buenas personas, aquellas que no se reconozcan en el santo camino ni y se perciban insignificantes y no merecedoras de a ayuda. ¡Qué contrasentido! Normalmente pensamos que los santos y militantes han alcanzado el sentido de la vida, cuando en realidad ellos han opacado sus vidas en función de una meta monocorde y compuesta de un  sólo todo de colores. Y una buena persona no es aquella que  se plantea acercarse lo más que puede al bien, pues termina siendo sádica con las personas que no considera “puras”. La película de Smith, vista así, termina por invertir nuestras comprensiones más básicas de lo que es una vida con sentido y quién es una buena persona. ¿No será acaso eso necesario para que comencemos a reflexionar en serio sobre nuestras propias vidas?

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