en tus huellas dactilares el silencio habita

en este espacio quiero compartir con todos mis creaciones literarias, que me vienen acompañado varios años

martes, 26 de febrero de 2013

Amour


               En su comentario a la película Azul de Krzysztof Kieslowski, Constantino Carvallo señala con lucidez que existen, entre las múltiples relaciones de amor o afecto, dos que son de naturaleza completamente diferentes: aquellas que se tienen con alguien que sigue presente, con vida, y aquellas otras con las personas que la muerte ha quitado de nuestro lado. Estas últimas tiene ciertas peculiaridades que las vuelven entrañables y profundas. El proceso de duelo y la presencia de la persona amada, a lo largo de nuestra vida adquieren un eco especial en el trasfondo de nuestras conciencias y afectos.
           Michael Haneke, con su película Amour, decide colocarnos en otra posición. Allí no nos encontramos en la situación de quien tiene el ser amado presente, ni aquella en la que el ser querido ya no está; aquí éste se encuentra en un proceso de transición. En este proceso observamos al ser amado acabarse progresivamente, pasar de la vida a la muerte en un lento proceso de deterioro físico y mental. Haneke nos presenta este proceso sin dramatismo ni concesiones.
Como en la Cinta blanca, no hay música de fondo, sino sólo aquella que es interpretada al interior de la película.  Esta posición que adquiere la música sugiere que el personaje que observa tiene una mirada desafectada, pero involucrada. La música que él mismo personaje coloca es la expresión serena y sentida de sus afectos. En Amour este juego de la música y los afectos  se realiza de manera natural. Una persona podría, muy bien asumir la posición del esposo de Anne, quien muestra dolor de manera serena porque el proceso de deterioro de su amada ha sido lento y paulatino. Él observa y participa de este deterioro permanentemente, por ello el desgaste de Anne le da la oportunidad de procesar afectivamente la situación de transición a la muerte. Pero dicha serenidad se ve rota, por momentos, debido a que éste se encuentra sólo en este trance. Los detalles cotidianos del cuidado y el deterioro se presentan con detalle y cuidado. La silla de ruedas, la ayuda en el desplazamiento, en la alimentación, el cambio de pañales, la impotencia y la ira contenida, las manifestaciones de violencia.
Las demás personas aparecen en diferentes situaciones y roles. Los vecinos que dan la mano con cosas muy puntuales, los tenderos que ayudan subir las cosas, los viejos alumnos que sienten admiración por sus ancianos maestros, las enfermeras. Pero una presencia especial es la de la hija, la tercera miembro de la familia, quien no vive con sus padres, pero que asume la desesperación de quien se topa de cuando en cuando con una madre cada vez más acabada, hasta que el padre le impide verla. El padre la aparta porque se encuentra imposibilitada de dar una solución razonable al problema de cómo atender a la madre.
El esposo, con su observación del proceso y su labor en el cuidado se encuentra en esta situación dolorosa y privilegiada. Pocas cosas lo toman por sorpresa. Quienes nos hemos encontrado en esa situación que la vida impone a algunos podremos encontrar en Amour no sólo una gran película, sino un referente para continuar con el proceso del duelo tras el deterioro, porque con ella Haneke logra describir exitosamente vivencias y detalles únicos.

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miércoles, 20 de febrero de 2013

Me siento en esta mesa cuadrada y blanca


Me siento en esta mesa cuadrada y blanca
Para leer, escribir y cantar;

Mesa cuadrada y blanca como un cubo de hielo
Que frota sobre un vaso de whisky
(escocés, silencioso inquilino de algunas noches
De bar incandescente)

Tengo conmigo sobre esta mesa
La sangre caliente del verano
Aunque las estaciones vayan cambiando  repentinamente

En la mesa de al lado
Una joven mujer engulle un  sándwich de pollo
Y en la de atrás
Un hombre grita un eructo macho

Todas las mesas blancas y cuadradas
Son cubos de hielo sobre el whisky
Y todos somos náufragos del amor,
La bebida más nefasta.